sábado, 13 de junio de 2009

Zapatillas colgadas

3/10/08
Están colgadas de los cables, esos que van por el aire de poste a poste, siempre en un cruce de calles de barrios de casas bajas enrejadas y cerca de barrios donde la vida es más dura e incierta aún. Están lejos del suelo, el lugar para el que fueron hechas. Muchos pies las necesitan y no las pueden alcanzar. Su destino de hacer confortable caminar, correr ó jugarse un fulbito ha terminado.

Hoy señalan un lugar, nada más. Un lugar sórdido, puerta de entrada a un mundo marginal e insano. Nada bueno hay ahí. Es donde el dealer hace su insensible negocio a costa de la destrucción. Si prestamos atención a esos cables que llevan energía, comunicaciones e imágenes a los hogares, las encontraremos pendiendo de ellos con más frecuencia de la esperada, como amorfos frutos de mala semilla.

Esos grises colgajos abofetean la conciencia y el fuego se enciende en el pecho ante la inquina de la que forman parte. Las zapatillas tienen que desaparecer de allí y volver, calzando un pie sufrido, al suelo, al potrero. A esa canchita donde generará sensaciones mucho más puras, sanas, intensas y permanentes que cualquier innoble sustancia de falaz, efímera y mortal fantasía.

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