domingo, 7 de junio de 2009

Pelota manchada

25/4/08

La pelota no se mancha.
Ya sabemos quién, por qué y en qué cirsunstancias lo dijo. Y fué aplaudido por las masas.

Ha pasado el tiempo y, en rigor de la palabra, una pelota limpia es linda y nada más. Atrae y hasta encandila con su lustrosa estética haciéndonos imaginar todo tipo de proezas con nosotros como protagonistas. Todo en potencial, sin vida aún y con todo por hacer, por supuesto.

Una pelota limpia no sabe de caricias que la hacen describir mágicas parábolas con destino de red, su único amor que la cobija y arropa. Nunca fué peinada para pasar, burlona, sobre la salida de un arquero azorado.Tampoco sabe del impúdico puntazo en un desesperado despeje en la polvareda del área chica, con destino incierto y lejano hasta extraviarse en pajonales, ciénagas o turbamultas tribuneras.

No porta, orgullosa, esas medallas verdes del roce con el pasto, marrones de la tierra de los peladales más trajinados de la cancha, testigos lacerados de épicos lances, trabadas y pisadas en agonías crepusculares. Tampoco las blancas o negras de la pintura del arco o de la base del poste, fruto de un impacto que abre el interrogante de su posterior trayectoria, dirimiendo la gloria y el drama de los dos bandos en disputa. Y esa condecoración azul de la tinta que identifica, con trazo tan inseguro como inapelable, a su pequeño propietario de rodillas sucias de potrero.

Tantas manchas puede llevar la pelota como besos le da una madre a su bebé. Y cada una de ellas tiene su historia y su impronta. Ninguna está demás...

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