sábado, 13 de junio de 2009

Después de la furia

22/5/09
El olor del linimento lo abofeteaba en su ascenso desde los muslos a la nariz. Sentado como estaba, la cabeza gacha y casi hundida en la entrepierna, el azote se hacía más intenso y doloroso. Ni transpirado estaba. Un ligero meneo de su cabeza negando algo íntimo e irreversible y secreto, era el único atisbo de vida en todo su ser. Cualquiera juraría que una lágrima furiosa se le escapaba en su silenciosa frustración.

El día y el entorno tampoco acompañaban. Frío, gris muy oscuro, viento y, para completarla, una fina garúa oblicua. Un lugar solitario, lejano, de difícil acceso con pocos y ralos árboles pelados por la época, que semegaban huesudas garras que emergían de un suelo amarillo por el ordinario pasto seco. Piedras, cascotes y ladrillos asomaban aquí y allí, poniendo en evidencia un relleno artificial del predio, de precaria nivelación y pobre fertilidad.

En su depresión, levantó la cabeza para ver qué pasaba en la cancha con sus compañeros que seguían debatiéndose contra un rival superior. Una mezcla de sensaciones, todas negativas, lo dominaba al tiempo que su pensamiento se dirigía temerario e irracional, como a través de un cristal rojo, al árbitro del juego. Su vista tropezó con la anatomía del Panza, cuyo emblemático abdomen casi le tocaba la nariz.

"Sos un pelotudo, Bocha. Dejarnos con uno menos al minuto por venir caliente con el 5 contrario del partido anterior es una cagada que te mandaste. Aceptalo. Esperemos que no nos llenen la canasta otra vez. Te repito: sos un pelotudo." - sentenció el Panza, que giró y fué a alentar al equipo.

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