martes, 9 de junio de 2009

Humo en la urbe

9/5/08 Quema de pastizales en el Delta

Qué raro está todo, hermano.
O casi todo. Raro y feo.

No se termina de ir el humo de los pajonales que se cierne, como la sombra de un Sauron sudamericano, la apocalíptica ceniza volcánica cubriendo fantasmagóricamente nuestra castigada atmósfera y geografía. Para colmo, Frodo Randazzo deja bastante que desear. Otra vez el paisanaje a la ruta, escarapela en pecho y yuyo en bolsa. No aparece el rouge de la señora en la Louis Vuitton que, encima, está cada día más cara. Se caen los camiones de las autopistas. Nuestra pastera enchastra más que la charrúa. ¿Quién vió u olió un litro de gasoil ó nafta? Ni querosén nos queda. Le clausuran la Bombonera a Juan Román, llueven limones sobre el asfalto y Barreda está en su casa. ¿Qué más?
Como frutilla del postre, el fulbito cae un martes 13, provocando su mención la rápida incursión de manos izquierdas en respectivos bolsillos de los pantalones de hombres escasos de fe, esperanza y caridad, ya que estamos.

Cerebros atormentados de indómita cabellera buscan infructuosamente explicaciones a esta cadena de sucesos, consultando con más frecuencia el último libro bíblico en busca de respuestas. Parece que la cosa pasa por otro lado, sostienen sujetos de avería que alimentan sus almas con subproductos de la destilería clandestina. Acodados en la gastada madera de mostradores suburbanos y elevando el dedo índice hasta casi tocar la telaraña del cielorraso, graznan a los cuatro vientos que nuestro planeta es el elemento de juego de una final universal y que acaban de patear un penal con él, que dió en el travesaño y cayó en la trifulca de la popu. Su ondulante auditorio reacciona emitiendo sonidos indefinidos entre la risa y el gargajo. Lo llamativo es que tanto la NASA como el CONAE no han descartado la versión y Stephen Hawking está revisando su teoría del big bang, confrontándola con los manuscritos de Empédocles.

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