sábado, 13 de junio de 2009

Escena en el pórtico

12/6/09
- Mirá lo que es la fila, Panza. Es la primera y última vez que buscamos a este pibe.- Se fastidió el Bocha.
- Qué le vas a hacer. Si no lo buscamos nosotros no lo busca nadie. Y al flaco este lo necesitamos porque juega un montón- El Panza se arrellanó en el asiento de conductor con el brazo apoyado en la ventana.

Un sujeto luciendo uniforme intimidatorio, imitación grupo GEOF, se aproximó al auto del Panza, esgrimiendo una planilla.
- Buen día ¿a qué lote van? - inquirió con fría amabilidad.
- No sé -tartamudeó el Panza- ¿vos sabés el lote, Bocha?
- Ni idea - se desentendió el Bocha
- ¿A qué familia van a ver? - interrumpió el robocop privado, con un casi imperceptible soplido de fastidio.
- Flatto -Sentenció el Panza- Adivinando una mueca del Bocha, se anticipó - Sí se llama Flatto el muñeco este.
- ¿Su nombre? -
inqurió el vigía.
- Esteee... Leónidas Castrolnuovo- murmuró el Panza. Dirigiéndose al Bocha le espetó - Sí, me llamo Leónidas. ¿Algún problema? - Al Bocha le temblaba el mentón, pero contuvo cualquier sonido que pudiera salir de su boca. No quería alterar al Panza que ya estaba medio nervioso.
- ¿Me permite su documento? - retrucó el centinela
- 23.723...
- Su documento, por favor - lo cortó, abruptamente, el carcelero
- Mmhh... Bocha, pasame la billetera que está en el bolso. - solicitó, serio

Luego de una breve escena de lucha contorsionada contra el bolso en el asiento posterior, el Bocha obtiene la billetera. Con fastidio, el Panza alarga el documento al guardia, que toma nota de los datos y se retira.
La fila de autos avanza 6 metros cuando vuelve el custodio.
- ¿A qué Flatto va a ver?- consultó. La pregunta descolocó al Panza y al Bocha.
- ... mmm. Al pibe le dicen Tito, pero no sé cómo se llama. El padre tampoco ¿tenés idea, Bocha? - consultó.
- No. Es un tipo alto, grandote, morocho que anda en una camioneta azul, de esas que tienen tres filas de asientos. Dejame pensar...
- ¿Puede abrir el baúl, por favor?
- solicitó el vigilante, sorpresivamente.

El gesto del Panza se tornó serio y su rostro viró al rojo primero y al tiza después, producto de la dilatación y contracción violenta de las arterias que irrigan el cráneo. Para abrir el baúl necesitaba la llave, que estaba en el encendido. Si apagaba el auto, no sabía si arrancaría nuevamente. Sacó la mano por la ventana para abrir la puerta, pero no lo logró. El Bocha se bajó, dió la vuelta y abrió al tercer tirón. Con dolor, el Panza apaga el auto, saca la llave y se dirige a la parte trasera. La cerradura del baúl se hizo rogar al punto que la llave casi se quiebra en dos intentos fallidos por abrir. Una tenue nube de polvo se esparció por el aire al levantar la tapa. Tras ella un olor denso y húmedo invadió los rostros.
- Puede cerrarla - ordenó el símil policía.

Cuatro intentos hicieron falta para cerrarla, incrementando la violencia entre uno y otro. El Panza sudaba cuando subió el auto. La fila había avanzado unos metros y se alargaba atrás con varios vehículos.
- gh gh gh gh... gh gh gh... ...g h... - fueron las toses agónicas del auto en el primer intento de arranque. - ...tá madre! - ladró el Panza.
- DANTE! - gritó el Bocha, asustando al Panza y al personal de sguridad - Se llama Dante el padre del Tito. Le dicen Caco. - completó, radiante.
- Aguarde un segundo - anunció el hombre de negro.


La fila avanzaba y los autos de atrás se adelantaban al del Panza, que ya pasaba a ser un obstáculo. Al pasar, se escuchaban trazos de frases que incluían la palabra batata y lejanas risas.
Vuelve el uniformado.
- No contestan en la casa. Le voy a pedir que se corra al costado así puede pasar la gente. - volvió a ordenar, adusto, acentuando innecesariamente "la gente" al final.

Otro intento fallido de encendido, acompañado por un fuerte olor a nafta, los obligó a bajarse a empujar el auto, bajo la supervisión del guardián. El sol, en su cenit, les recordó que el tiempo se acababa.
- Llamalo al celular - Propuso el Panza, agobiado. Bocha lo intenta, vanamente. - Me atiende el contestador - expira, lacónico.
El tiempo pasaba lenta y pastosamente. Repentinamente, el Panza sube al auto y le da encendido con tanta furia que, luego de toses, estampidos y nubes negras, arrancó. La acelerada hizo flamear los hemerocalyx del simétrico cantero, preñado de color. El chirrido de las cubiertas gastadas espantó horneros, calandrias y algún tero.

Con uno menos, empataron cero a cero, que fué celebrado como un triunfo.

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