domingo, 7 de junio de 2009

Al costado

2/5/08
Estoy sentado al costado de la cancha, cerca de una difusa raya de cal que hace tiempo no repintan. No es problema, porque nadie va a discutir demasiado si la pelota se fué o no. Es un lugar donde hay poca acción y sin gran riesgo para ningún arco. Pero a veces pasan cerca y me impresiona la velocidad y la fuerza que tienen. Y él está entre ellos, con más fuerza que ninguno y su camiseta sucia y transpirada. Así como llegan, se van. Igual a un tropel de potros indomables.

Me molesta un poco el banderín descolorido y medio torcido de mitad de cancha, que a veces me obliga a inclinarme para ver mejor qué pasa allá lejos. Porque la cancha es enorme, tan grande que ni siquiera se escuchan las voces de los jugadores. De repente, la pelota sale rechazada volando tan lejos que parece que se va para siempre, pero cae cerca de la otra área. ¡Qué fuerte le pegan a la pelota!

Hace un rato terminó mi partido y me vine corriendo. Todavía estoy agitado. Ni me acuerdo como salimos, creo que fue un empate con muchos goles. Estoy sucio y medio mojado por el sudor. Me arde el raspón de la pierna que me hice al caer en el pasto seco despés de un choque. Las nubes no dejan pasar el calor del sol y sopla algo de viento que me da frío y con el buzo no alcanza para abriarme del todo.

Además, tengo sed. No pude tomar ni un trago de agua porque no encontré ninguna canilla en el camino y quería llegar cuanto antes acá. Cuando termine el partido le pediré a alguien si puedo tomar del bidón ese que está atrás del arco. Ahora me quiero quedar aquí.

Está jugando mi papá.

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